viernes, 28 de mayo de 2010

La responsabilidad de los cambios

Hace unos días mi hija de quince años, que cursa cuarto curso de la Educación Secundaria Obligatoria, me dijo que uno de sus profesores les había anunciado en clase que probablemente su generación fuese la primera en democracia que iba a vivir peor que la generación precedente. A ella no le resultó noticia alarmante, porque en casa ya habíamos hablado sobre esta cuestión; sin embargo sospecho que a muchos de sus compañeros y compañeras les haya supuesto cierta conmoción puesto que ni los estudiantes de quince años ni, en general, la sociedad española está acostumbrada a reflexionar sobre qué es tener calidad de vida -en qué medida interviene la esfera de lo público en esta calidad y qué papel desempeñan las personas en la configuración de la sociedad del bienestar-.

Felicito a los profesores que hacen pensar a su alumnado impulsándole a reflexionar sobre estas cuestiones y me atrevo a entrar en este interesante debate reformulando la hipótesis inicial. Yo no creo que nuestros hijos e hijas vayan a vivir peor pero sí está claro que van a vivir en un escenario económico diferente. La política tiene la responsabilidad de afrontar los cambios necesarios para que el futuro bienestar no esté en entredicho. Nuestra tarea consiste en generar las condiciones para que esos cambios económicos no pongan en cuestión la calidad de vida de la ciudadanía; entendida como el mantenimiento y desarrollo del estado del bienestar con servicios públicos de calidad al alcance de toda la población.

El escenario económico en el que hemos construido el estado del bienestar está en evidente transformación: el camino a seguir pasa –en lo inmediato- por la reducción del déficit público como están haciendo todos los países de la zona euro para dar seguridad a los mercados financieros ; pero además se ha de completar con reformas en el mundo del trabajo, en el ámbito fiscal y en la gestión de lo público como garante de la igualdad de oportunidades.


La organización del mundo del trabajo debe cambiar para asumir de forma clara que las personas son la clave de la competitividad empresarial: sus capacidades de aprendizaje e innovación son herramientas en las que basar las estrategias productivas y para ello se han generar las condiciones laborales necesarias que permitan alcanzarlas. Obviamente la excesiva temporalidad, la rotación laboral y la escasa formación de importantes bolsas de trabajadores –que no de las trabajadoras españolas, en general mucho más receptivas a los procesos formativos- son enemigos de las nuevas formas de calidad y eficiencia en la empresa.

Desde el punto de vista fiscal es evidente que debemos ingresar más en las arcas públicas y ese incremento de los ingresos debe proceder de un crecimiento de las aportaciones de quienes más recursos tienen. La progresividad fiscal es seña de identidad del pensamiento socialista y debe marcar la senda por la que se acometa la necesaria reforma fiscal. Ésta se ha de acompañar de un esfuerzo continuado en la persecución del fraude fiscal, cuyo combate ya se ha iniciado con el Plan de prevención del fraude fiscal, laboral y a la seguridad social impulsado por el Gobierno.

Así pues, el escenario económico en el que han de intervenir las políticas públicas está cambiando y por ello debemos acometer importantes reformas en su concepción y gestión. Hay que priorizar la dotación de los servicios públicos frente a la concesión de ayudas directas a las personas y concentrar nuestros esfuerzos en la mejora continua de la calidad de lo público. Creo que además debemos clarificar las competencias de cada uno de los niveles administrativos para evitar solapamientos en la ejecución de las políticas públicas y asimismo debemos tender a unificar la gestión de las ayudas sociales para que lleguen a las familias con menores recursos de forma más ágil. Tenemos que orientar nuestras políticas de empleo y formación de forma clara hacia los requerimientos de un mercado de trabajo global y aprovechar para ello los recursos tecnológicos existentes de forma más adecuada. Tenemos que ofrecer los servicios necesarios para poder conciliar la vida laboral y familiar como garantía del aprovechamiento eficiente de los recursos humanos.

Creo que estamos en la hora de la calidad para asegurar el mantenimiento y desarrollo del Estado del Bienestar. Afrontemos los cambios necesarios para garantizárselos a las futuras generaciones.

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